Escribo desde Yajalón, donde llegué esta mañana, y estaré aquí miércoles y jueves. No vine por las inundaciones, sino por la visita pastoral que desde principio de año estaba programada. Sin embargo, ha coincidido providencialmente con la situación que están viviendo la cabecera parroquial de Yajalón y algunas de sus comunidades.
En la mañana, estuve en una comunidad ch'ol llamada Hidalgo Joshil, pasando el río hacia Tumbalá. Este río se desbordó en forma dramática, recortando gravemente la carretera; aún se pudo pasar, pero en cualquier rato se van el puente y lo poquito que quedó de carretera. En la población, hubo serias afectaciones a viviendas cercanas al río, pero sin pérdidas humanas. La solidaridad entre vecinos ha sido notable.
Por la tarde, después de que había terminado su gira el Gobernador, pude visitar a varias de las familias más afectadas en la cabecera, comprobando el daño tan terrible que sufrieron sus casas, sus comercios, sus vehículos, sus bienes. La furia de la lluvia, con su avenida imprevista, destruyó todo a su paso. Hubo casas donde el nivel del agua llegó casi a dos metros, y por tanto todo se perdió. El lodo y la destrucción están por todos lados.
Sin embargo, lo más grave han sido las pérdidas humanas. Aquí las cifras no coinciden. Mientras oficialmente se habla de tres defunciones aquí, hay un testigo directo, un diácono digno de crédito, quien me afirmó que él fue al "descanso" del panteón para orar por las víctimas, y vio como 35 cadáveres, uno tras otro, en el suelo. Cuando después regresó con el párroco, ya sólo había dos. Hay muchos desaparecidos, algunos de los cuales seguramente son esos cadáveres que vio el diácono. Esto es algo que debe esclarecerse.
Lo que el párroco y todos comentan es el gran sentido de fraternidad que se ha desbordado en la población, sin importar religiones, partidos u organizaciones. Una familia, que tenía preparada una gran fiesta en honor de San Miguel Arcángel, que se celebra este miércoles, suspendió la fiesta y todo lo que iban a gastar en conjuntos, cohetes, adornos y demás, y todo lo destinó a ayudar a los damnificados. Incluso perdió el anticipo que había dado al conjunto, con tal de ayudar a sus hermanos. Signos como éste, abundan, aunque sea en pequeñas cantidades. Vi a gente llevando tortillas y otras ayudas a los que sufren.
Esperamos que no se detenga la solidaridad de parte de las comunidades de la diócesis, pues no sólo Yajalón fue afectado; hay otros lugares igualmente necesitados, pero me tocó estar aquí, y lo comparto.
+ Felipe Arizmendi
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