Michael Jackson confió en Conrad Murray. Lo hizo con su vida y con su vida pagó el 25 de junio de 2009. Esa fue la sentencia del fiscal David Walgren al presentar la semana pasada sus argumentos finales. Argumentos que el jurado ha comprado. El facultativo violó todos los códigos de la ética médica y quebró la confianza entre paciente y médico al administrarle una potente dosis del narcótico conocido como Propofol, cuyo destino último es el uso como anestésico en los quirófanos.
A las puertas de la corte, el grupo de incondicionales -muy grande al comienzo; menguante cada día que avanzaba el juicio- que ha seguido el devenir del proceso coreaba consignas que clamaban justicia para el Rey del Pop. "No matéis a Jackson otra vez", pedía un fan con su pancarta. Al saber del veredicto, los seguidores han estallado en gritos de júbilo. Se había hecho justicia.
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